Los hijos de Pedro Páramo

En al célebre novela de Juan Rulfo llevada a la pantalla por el
cinefotógrafo Rodrigo Prieto y recién estrenada en Netflix, uno de los
personajes le pregunta a Pedro Páramo “¿Y las leyes?”, quien le
responde contundente: “De ahora en adelante las leyes las vamos a
hacer nosotros”.

La obra trata de un hacendado que lo consigue todo, de la peor
manera. Pedro Páramo es un cacique autoritario, que encarna la
corrupción y el poder desmedido y sin restricciones. Con ese
personaje literario su autor capturó la violencia y la deshumanización
de los hombres poderosos, como muchos líderes rurales
posrevolucionarios a los que Plutarco Elías Calles buscó amansar al
crear al PNR en 1929.
Tal vez por ello, Prieto, director del largometraje ha dicho en entrevista
que los mexicanos somos hijos de Pedro Páramo, ese cacique, señor
de horca y cuchillo, que asola la región de Comala, ese lugar mítico y
surrealista en el texto de Rulfo de 1955, que dejó conmocionado a
Gabriel García Márquez cuando lo leyó por primera vez.
La cita viene a cuento, toda vez que en la arena política eventos como
la aprobación de la supremacía constitucional y el pase de la reforma
judicial al alcanzar solo siete votos en el pleno de la Suprema Corte el
proyecto que la echaba para atrás, responden a la lógica caciquil que
se ha instalado en México en forma de partido hegemónico de un solo
hombre que mantiene bajo su control a la institución presidencial por
obra y gracia de su heredera y al Congreso vía sus personeros.
Así AMLO reaparece en la escena pública como un fantasmal Pedro
Páramo, a la par que Claudia Sheinbaum, ha dedicado sus primeros
días al mando de la nación en sacar adelante los pendientes que le

dejó su antecesor quemando parte importante de su capital político en
dicha encomienda.

Se acabó la luna de miel y bono va a la baja
Tres semanas le duró la luna de miel a Claudia Sheinbaum, pero ha
dejado de crecer su nono de inicio a pesar de presentar algunos
programas de gobierno como salud, energía, seguridad y vivienda.
Su gobierno tiene corte tradicional que va a ser evaluada por sus
logros, no por sus deseos como era con AMLO, mientras la agenda
que se definía en las Mañaneras se fue a las Cámaras del Congreso
de la Unión y a Morena a diferencia de con López Obrador que
abarcaba todos los reflectores y monopolizaba el protagonismo.
Según Roy Campos la inseguridad le está empezando a costar a
Claudia Sheinbaum en su aprobación con la que arrancó, toda vez que
la nueva mandataria carece de la habilidad de su antecesor para
manejar a agenda, distraer a la opinión pública y hacer que los temas
incómodos se le resbalaran y no impactaran su popularidad. Destaca
el consultor que AMLO distraía peleándose y Sheinbaum no tiene a
quien echarle culpas, de ahí lo infuncional de su forma de
comunicación copiada a su mentor.

Vecinos distantes: triunfo de Trump asusta al peso
Mientras eso sucede en el país azteca, en la nación vecina, la derecha
radical con Donald Trump, ha alcanzado el triunfo en las urnas y va
por el control absoluto del poder, hermanando a ambos países el
ascenso al gobierno de dos opciones populistas autoritarias, una de
raíz derechista y otra de izquierda, que Alan Riding en su libro de 1985
“Vecinos Distantes, un retrato de los mexicanos», buscó explicar sus
diferencias, que Max Weber delineó en su ensayo “La ética
protestante y el espíritu del capitalismo”, pero que la integración

producto del TLC fueron reduciendo. En el caso del político del pelo
güero las iglesias evangélicas se decantaron por su candidatura.
Y mientras a Trump se le ubica como el candidato de las grandes
corporaciones, que tras su triunfo incrementaron el valor de sus
acciones y del dólar frente al peso, alcanzando los $20.71 y no ha
parado de depreciarse desde el 2 de junio, en México la presidenta
Sheinbaum, para no dejar dudas, refrenda la alianza de la 4T con el
magnate Carlos Slim y recibió en palacio a representantes de
BlackRock, el todopoderoso fondo de inversiones.
Si en el 2000, tras su triunfo en las urnas Vicente Fox, definió su
administración como un gobierno de empresarios para los
empresarios, esta vez el slogan de que “Por el bien de todos, primeros
los pobres”, ha quedado como parte de la discursiva oficial de
campaña y dirigida a las bases sociales morenacas.

El derecho a la revolución
En su libro “Lecciones de teoría constitucional”, el profesor de la UAM
Alejandro del Palacio Díaz, sostiene que el derecho a la revolución
plantea el problema de la determinación de las condiciones de
legitimidad del proceso de transformación social, los cuales deben ser
independientes de los efectos producidos y de los beneficios o
perjuicios acarreados para sus promotores, líderes o dirigentes.
El quid estriba en determinar cuándo una revolución –que no es
necesario sea violenta- es legítima o no y si puede ser reconocido ese
derecho por las normas positivas y si tal derecho era reconocido por la
Constitución, hasta antes de la supremacía legislativa aprobada por
Morena y sus aliados.
Ese hecho se les presentó tanto a Venustiano Carranza, Alvaro
Obregón, Plutarco Elías Calles y a los líderes de la revolución
mexicana; a Fidel Castro en su juicio por el asalto al Cuartel Moncada

y que él respondió en con su discurso “La historia me absolverá”,
como a la Unidad Popular de Salvador Allende.
Incluso los liderazgos nazis que promovían la revolución mundial no
escaparon a tal dilema y que en su momento pretendieron regular bajo
su sello las relaciones políticas, económicas, sociales, religiosas,
filosóficas, culturales, artísticas, jurídicas, científicas, etc., con arreglo
a principios distintos a los imperantes y tenidos por legítimos por el
racionalismo occidental.
En 1933 Hitler decretó una ley habilitante aprobada por el Reichstag,
lo que le permitió aprobar leyes sin intervención de los legisladores y
sin que los jueces pudieran declararlas ilegales.
Morena y su jefe máximo AMLO, tampoco pudieron rehuir a ese influjo
de invisibilizar a las minorías opositoras (25 millones de votos) y a las
mayorías que no votaron por ellos (60 millones), imponer el control
absoluto sobre la sociedad mexicana, liquidar en nombre del pueblo la
división de poderes y los contrapesos y blindarse ante el saqueo y
despilfarro de recursos públicos, en un afán de refundar
estructuralmente al Estado Mexicano, cuyo epílogo parece ser la
desaparición de aquellas instituciones u organismos incómodos, como
el INAI.

4Trumpismo: demagogia populista
La retórica y el discurso populista hermana al trumpismo de regreso en
EU con X y Amazon detrás (Kamala Harris fue apoyada por Microsoft
y Google) y a la 4T, primer y segundo piso. También el liderazgo
carismático.
Otro punto común entre ambas corrientes –presente en la antigua
Grecia como en la Revolución Francesa– es su demagogia en altas
dosis. Y que en los dos casos, su líder demagogo aprovecha el
descontento generalizado, los mecanismos de regulación democrática

para acceder al poder y el resentimiento social para destruir la
democracia.
El turbulento Plan C de AMLO que la presidenta Sheinbaum impulsa
como propio es parte de esa impostura polarizante.
No en balde el demagogo –gran redentor, seductor, bravucón y
extravagante por añadidura como Luis Echeverría, Alberto Fujimori,
Victor Orbán, Javier Milei, AMLO, Daniel Ortega, Donald Trump,
Nicolás Maduro, entre otros– llega a calificarse como la encarnación
de la voluntad del pueblo (35 millones es igual a 130 millones de
mexicanos) y se ha dicho que la demagogia es un síntoma del fracaso
de las instituciones democráticas, que en México nunca fueron fuertes
y arraigadas ante un presidencialismo todopoderoso, en sus fases
priísta, panista y morenista.
El demagogo hace de la política un circo en donde la negociación y el
debate desaparecen y la represión está latente.
Así como muchos pensaron que Hitler fue en su momento una
aberración o que el triunfo en 2018 de AMLO respondía al castigo de
las masas a los políticos tradicionales y que Donald Trump, la primera
vez que fue electo era un accidente contraria a la tradición política
norteamericana, su regreso en 2025 acredita que no fue tal y que el
populismo en Norteamérica pasaría en 2021 con la derrota del
republicano y su desconocimiento de los comicios.
Sin embargo, los resultados en las urnas este año, tanto en México
como en EU, suponen que el ciclo populista autoritario permanecerá
entre nosotros algún tiempo, lo que conlleva el desconocimiento de la
ley y del orden constitucional por las arbitrarias aplanadoras Morenista
y Republicana.

Milenarismo morenista

El milenarismo es una doctrina relacionada con el cristianismo que
implica el regreso de Jesucristo para gobernar por mil años. Ese
conjunto de creencias ha cobrado arraigo principalmente entre
movimientos indígenas como el de Teresa Urrea La Santa de Cabora
en Sonora y en ciertas corrientes políticas de izquierda y de derecha.
Como idea no es mala y solo la Iglesia Católica ha sido fiel a la misma.
Y esa doctrina tiende a mezclarse con las ideas populistas, como
formas de abordar la actividad política y de ejercer el poder y que ha
convertido en un enemigo al pluralismo y al equilibrio de poderes,
busca perpetuarse a costa de las instituciones democráticas.
El martes 5 de noviembre del 2024 con el triunfo de Trump y el pase
de la reforma judicial, según Roberto Gargarella, ha escrito Jesús Silva
Herzog-Márquez, representa el fin de la era democrática.
Así que todo parece indicar que habrá de esperar mil años, cual
soñaron para sus imperios los grandes dictadores de la historia como
César, Carlomagno, Napoleón, Hitler, Mussolini o Stalin, para que el
populismo se desmorone en un montón de piedras como Pedro
Páramo como en la mítica novela de Rulfo.