Si alguien esperaba que el entrante gobierno arrancara con un sello propio
y con una amplia convocatoria de conciliación, se quedó esperando. Ni en
su discurso de tomada de posesión, en el mitin de acarreados del Zócalo
capitalino, ni en las primeras Mañaneras del Pueblo, se cambió el guion
populista.
La verdad es que no hubo sorpresas en sus primeras palabras al frente del
poder ejecutivo federal, pues estas fueron de guiños y elogios desmedidos
para su antecesor.
Aunque debe reconocerse que el ascenso a la primera magistratura es un
verdadero avance civilizatorio luego de 200 años de vida independiente. Lo
anterior no fue óbice para que en su discurso inicial hiciera acopio del
principio de autoridad, que tanto gustaba aplicar a Gustavo Díaz Ordaz,
cuando sin hacer un hacer corte de caja de los saldos de la administración
saliente y sin un mínimo esfuerzo argumentativo en defensa de la reforma
judicial, apeló al peso de la figura presidencial, a la retórica
lopezobradorista y a su visión binaria, insinuando con ello la presencia
avasalladora de la aplanadora morenista.
Presidenta no prianista
Se suponía que por ser Claudia Sheinbaum, la primera mujer y primera
presidenta de izquierda que no viene del PRI, ni del PAN y a la cual
Gustavo Petro, le ventiló su colaboración y militancia en el grupo
guerrillero M19 colombiano, iniciaría con una nueva narrativa con la
mirada puesta en el futuro y con una agenda progresista, con temas como el
de los derechos de las mujeres y el del uso de las energías limpias, que no
figuraron en la primera línea en el sexenio amloísta.
El simple hecho de que Jesús Ramírez Cuevas, permanecerá como
Coordinador de Asesores de la presidencia de la República, muy cerca de
Claudia Sheinbaum y que como vocero presidencial censuró información,
ordenó linchamientos mediáticos y atizó odios y traumas, deja el mensaje
de que desde esa oficina se buscará controlar la comunicación a favor de su
exjefe AMLO. Y ese grillete no será fácil de sacudirse.
Los intentos de borrar de las redes sociales y de los medios el beso en la
mano que la mandataria le estampó en la mano a “El Güero” Manuel
Velasco, de las cabezas del PVEM, es solo una pequeña muestra de lo que
viene.
El líder providencial como motor de la historia
Mucho se ha hablado de que el populismo, ese fenómeno político
caracterizado por la demagogia, promesas incumplibles, irresponsabilidad
en el gasto, el anuncio de soluciones simples a problemas complejos, de
discurso en términos antagónicos y que genera tensión social, entre buenos
y malos, entre pueblo virtuoso cuyo líder representa su voluntad indivisible
y élites corruptas. De entrada son conservadores y odian aquello que huela
a tecnocracia.
Muchos de estos líderes son carismáticos y mesiánicos, así como reancios a
respetar la ley y a compartir el poder el cual ejercer en forma personalísima
contrario a la tesis de Carlos Marx y Lenin de que la lucha de clases es el
motor de la historia.
Llegan al poder por las vías y mecanismos democráticos y una vez
instalados en el mismo promueven la demolición de sus instituciones. Son
conspiracionistas y antipluralistas. Como coartada crean un enemigo a la
medida. Alguna vez lo fue el imperialismo yanqui, otras veces la amenaza
comunista, las guerrillas, los corruptos, los conservadores, los neoliberales,
los enanos del tapanco y el que se les ocurra. Todo eso y más es la corriente
definida como populista.
No debe olvidarse de que entre ser popular y ser populista hay un mar de
fondo de diferencias y los mejores ejemplos son los de AMLO y Lula de
Brasil. El primero deja el gobierno con alrededor del 60% de popularidad
y el segundo tuvo que entrar al quiete luego de la destitución de su heredera
política Dilma Rousseff por la corrupción en la petrolera Petrobras y la
presencia del derechista Jair Bolsonaro. AMLO y Lula en su regreso menos
radical y a diferencia de la primera vez que gobernó el país amazónico,
abrazaron las políticas económicas neoliberales, que en el caso del
mexicano deja un país con 6% de déficit fiscal, que su sucesora dice que
reducirá en 3%, un raquítico crecimiento de 0.08% y con más de 17
billones de deuda pública.
Entrando, apenas a 24 horas, el gobierno de Claudia Sheinbaum anunció la
colocación de deuda por US$18.000 millones en Wall Street para afrontar
el déficit y sostener a Pemex.
La ronda de las generaciones populistas
Al respecto, se identifican varias generaciones de populistas tanto de
izquierda como de derecha, nacionalistas o xenófobos: Una de ellas la que
proviene de la Revolución Mexicana y que desembocó en el cardenismo,
otra corriente posterior con origen en la Revolución Cubana y el
movimiento peronista argentino, con Fidel Castro, Raúl Castro y Ernesto
“Ché” Guevara de corte marxista-leninista, Getulio Vargas y Juan
Domingo Perón y su Evita. Luis Echeverría en México y Salvador Allende
y la Unidad Popular en Chile podrían encuadrar en este grupo. En
Latinoamérica los primeros populistas como Vargas y Perón simpatizaban
con las políticas desarrollistas.
Una segunda ola en la que destacan Carlos Saúl Menem y Alberto
Fujimori, que eran neoliberales.
Como tercera generación se encuentran Hugo Chávez, Daniel Ortega,
Lula, Dilma Rousseff, Gustavo Petro, Cristina Kirchner, Michelle Bachelet,
Recep Tayip Erdogan, Donald Trump, Rafael Correa, Evo Morales y
AMLO. Algunos de estos populistas de tercer cuño promovían la ideología
socialista.
Como cuarta generación destacan Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro,
Gabriel Boric, Nayib Bukele, Claudia Sheinbaum, entre otros cachorros
populistas.
De populistas a populistas: el discurso de iniciación
De estos nuevos populistas se ha dicho que a diferencia de los primeros, que
eran más desparpajados, irresponsables y desordenados, estos a la vez de
mejor preparados, resultan más fríos en las tomas de decisiones, son
disciplinados y buscan la eficiencia.
Dato no menor es que Claudia Sheinbaum y a tono con el lenguaje
populista en su discurso de toma de posesión, a diferencia del expresado el 2
de junio por la noche, no dedicó ni un renglón a la oposición, ni reivindicó
el pluralismo y con su silencio borró a 25 millones de electores que votaron
en su contra y 40 millones a los que no convenció a salir a sufragar por el
segundo piso de la 4T ofrecido en su adelantadísima campaña.
De ese discurso casi 20 minutos los dedicó en loas a su sucesor al que llamó
presidente, luego de seis años de autoelogio y culto a la personalidad. Otro
tanto lo refirió a figuras, mitos y símbolos del nacionalismo revolucionario,
que reivindicaba el PRI.
Y siendo una persona que por pertenecer a una generación ligada a las
causas estudiantiles y que inició su carrera en el movimiento del CEU de la
UNAM en 1987 y que nacieron a la participación política a vera de
Cuauhtémoc Cárdenas y luego hicieron vida partidista en el PRD, luego en
Morena, que reivindicaban el movimiento de 1968, exigieron libertad
política, censuraron los excesos y el autoritarismo priísta, se opusieron al
fraude de 1988 y después tomaron Paseo de la Reforma en 2006, criticaron
la guerra del narco de Felipe Calderón y fueron beneficiados de la
transición democrática pluralista, cuyos remotos inicios fueron la Reforma
Política de 1977 impulsada por Jesús Reyes Heroles, hizo oídos sordos este
1º. de octubre al encapsulamiento a las afueras del recinto legislativo por
parte de los granaderos de los trabajadores del Poder Judicial Federal que
protestaban por la reforma judicial cuatrotera.
Llamó la atención en esta su primera alocución como presidenta el lenguaje
cuatrotero utilizado muy propio de López Obrador y el desfile de mantras
propios del manual de AMLO resumidas en frases como Por el bien de
todos primeros los pobres, abrazos, no balazos, austeridad republicana, no
hay gobierno rico con pueblo pobre, entre otras conocidas.
Su discurso en lugar de haber sido de Estado como la ocasión ameritaba fue
sectario cuando lanzó vivas desde la máxima tribuna a la 4T, olvidando que
fue un voto minoritario el que la encumbró y que los legisladores afines que
estaban presentes son producto de una sobrerrepresentación ficticia regalo
del INE y del Trife y la cooptación mafiosa de Adán Augusto López,
coordinador de los senadores morenacos.
Continuidad de la estrategia de guerra
Acorde a las prácticas e ideología populista, durante su mandato y aún
desde antes, incluso desde sus tiempos de priísta en Tabasco cuando se hizo
de fama de radical, AMLO desplegó una estrategia de guerra, primero para
asumir el poder, lo que logró en el 2000 en la Ciudad de México y en 2018
a nivel federal.
En todo ese recorrido que va desde antes de 1988, en cuya elección aún
pertenecía a las filas tricolores y después al brincar al neocardenismo, luego
al PRD y luego al fundar Morena, fueron comunes el culto a su
personalidad y la audiencia de dialogo.
Se ha dicho que entre AMLO y Sheinbaum habrá diferencia de matices en
sus estilos de gobernar, pues mientras López Obrador gobernó para un
proyecto político consistente en posicionar y asentar electoralmente a
Morena y conservar el poder, Claudia si tiene proyecto de gobierno y el
chiste está en definir con qué mecanismos puede llevarlo a buen puerto
frente a los pocos márgenes de maniobra que le heredó su antecesor y
mentor a quien le debe su carrera política.
Parte primordial de esa estrategia polarizante, de manipulación de la
realidad y de impulso de su popularidad lo fue la Mañanera, que la nueva
presidenta retomó con el nombre de Mañaneras del Pueblo y que dividió en
una agenda temática para cada día de la semana y que a diferencia de las
conferencia que dada al filo del mediodía cuando fungía como jefa de la
CDMX y duraba media hora, ahora será más extendida.
Primera mañanera: el 2 de octubre y la manipulación histórica
Su primera mañanera la dedicó al movimiento estudiantil de 1968 con el
que siente identificado la mandataria. Hubo evocación de los hechos por
parte del titular de la UIF Pablo Gómez, convertido en persecutor de
periodistas y opositores incómodos durante el obradorado; pedida de
disculpas, no de perdón, en nombre del Estado a los familiares de los caídos
en 1968 y se signó un decreto alusivo a ese crimen de lesa humanidad.
Y como en política no hay casualidades, llamó la atención que se culpó de
los sucesos criminales al entonces presidente de la mano extendida Gustavo
Díaz Ordaz, pero no así a su secretario de Gobernación y luego sucesor en
el cargo Luis Echeverría Alvarez, de quien dependía el Batallón Olimpia,
perpetrador de masacre y con quien AMLO y la 4T se identifican en su
populismo, verborrea y nacionalismo ramplón, así como en el ejercicio del
poder sin contrapesos.
También se omitió citar al secretario de la SEDENA de entonces, el general
Marcelino García Barragán, abuelo del actual secretario de Seguridad
Omar García Harfuch.
Como instrumento de manipulación y promoción la Mañanera fue un
arma muy poderosa del discurso populista y no se cree que en ese plano
comunicacional Sheinbaum sea capaz de explotarla a la par de su
antecesor, pues AMLO impuso su realidad a través de un habiloso manejo
del lenguaje coloquial, emotivo y de confrontación frente a quien ubicaba
como sus adversarios, sean empresarios, periodistas, intelectuales o líderes
de partidos opositores.
De estilo parco, serio y de profesora universitaria la calificó Roy Campos de
Consulta Mitofky.
Gracias a ese manejo de la agenda diaria el exmandatario pudo esconder o
disimular sus verdaderos objetivos políticos como lo fueron el cambio de
régimen, acabar con los contrapesos, posicionar a su partido y dinamitar a
la ya de por si desprestigiada oposición, dejando atrás a las instituciones de
la transición democrática y sustituirlas por un sistema abrigado por el
nacionalismo y las prácticas populistas bajo una conducción personalista del
Estado y del gobierno con elecciones a modo, un sistema de justicia acotado
e instituciones controladas.
El claudismo como fase superior del obradorismo
A favor de la nueva mandataria se menciona su carácter, ese que demostró
cuando regañó a Alfonso Durazo en precampaña luego de recibir
abucheos; así como su inteligencia, no por nada es doctora en Ingeniería
Ambiental y su astucia política, sin la cual no habría llegado al puesto,
dejando a su paso a verdaderos gargantones y pesos mayores de la política
nacional, aliados de ruta, benefactores y cercanos a AMLO como Ricardo
Monreal, Marcelo Ebrard que desde el gobierno de la CDMX refaccionó
con cash al movimiento y a su líder y Adán Augusto López, en cuya casa
familiar vivió de joven. De Gerardo Fernández Noroña, no hablamos
porque esta columna es cosa seria.
Estas habilidades y de algunas más tendrá que echar mano, a más de las
facultades legales y metalegales de que está investida la presidencia, que
aunque con márgenes acotados de gobernanza y en desventaja en
comparación de como López Obrador asumió el poder y que le heredó
Enrique Peña Nieto, y ante un inminente recorte de gasto de 700 mil
millones de pesos para mantener la nave burocrática a flote, si pretende
cumplir las 100 promesas enumeradas en el Zócalo e impulsar un proyecto
de gobierno propio, con su estilo y su marca o se dispone a cargar con el
estigma impropio de la primera presidenta de la República de ser solo una
calca de quien se fue y lo cual de ninguna manera honraría el legado de las
luchas de las mujeres por sus derechos acorde a su mensaje de que “Es la
hora de las mujeres” y que “Llegamos todas”.
La disyuntiva para Claudia Sheinbaum es sencilla y clara: gobierna para
todos sin exclusiones, sin excusas y sin echar culpas a sus antecesores o
gobierna para para su secta y sus clientelas; lo hace con su equipo propio o
bajo la sombra del caudillo.
La ventaja que tenemos es que todas esas historias ya conocemos en que
terminan.