Bye, bye a la legislatura más sucia de los últimos años

La Viña del Señor

Que el partido mayoritario de la revolución de las conciencias y sus
comparsas el PT y el PVEM, que obtuvieron 35 millones de votos en la
elección del 2 de junio pasado, anden a salto de mata, sesionando en
a escondidas en un gimnasio y hayan salido a la caza de tres
senadores de oposición para completar en el senado una mayoría
calificada que las urnas no les concedieron, no habla bien de esas
fuerzas y más bien esconde la crisis política que la regresión
autoritaria está provocando producto de una elección de Estado, uso
electoral de recursos públicos y la captura de los órganos electorales
que debían servir de árbitros cuyo mejor producto es la asignación de
mayorías ficticias a favor del oficialismo.
Tal vez la Legislatura LXV del Congreso Federal que llega a su fin no
haya sido tan gravosa como aquella que aprobó el FOBAPROA y que
heredó al canon de la política nacional la famosa Roqueseñal, un
movimiento de brazos que da a entender el haberse “abrochado” a los
opositores, pero no hizo malos quesos durante su período de 2021 a
2024 y cuyo punto de quiebre fue la aprobación del Plan B en aquel
viernes negro de ingratos recuerdos y echado abajo con posterioridad.

El regreso del partido aplanadora
Si en tiempos pasados la aplanadora priísta aprobaba cuanta iniciativa
enviaba el ejecutivo, nada puede envidiar la recientemente saliente,
que aprobó sin quitarle una coma, las reformas legales y
constitucionales que AMLO les hacía llegar como pretende la actual
LXVI de alcanzar la mayoría calificada en la Cámara Alta.
Prácticas como esas, tan inherentes al sistema político mexicano de
corte presidencialista del hombre fuerte que habrá de heredar Claudia
Sheinbaum, han ubicado al país entre los regímenes híbridos de

autoritarismo competitivo, en donde el legalismo autocrático está a la
orden del día y refiere a que el partido del gobierno compite en
elecciones, pero el presidente gobierna con un sistema de pesos y
contrapesos socavados, como bien lo describía el politólogo Javier
Corrales (homónimo del exgobernador más protegido de la historia
reciente, sin omitir a Rubén Rocha Moya), en un ensayo suyo sobre la
Venezuela de Hugo Chávez.

Diaz Ordacismo hoy
Mucho se ha recordado que con la sobrerrepresentación otorgada al
oficialismo por el INE y legalizada por el TRIFE, el presidencialismo
acotado dejó de serlo y se represó a los momentos estelares de la
aplanadora priísta de mediados de los sesentas cuando Gustavo Díaz
Ordaz asumió la presidencia desde la cual ejerció férreamente el
poder sin contrapesos y con lamentables excesos.
Entonces, como hoy, se estigmatizó a las movilizaciones estudiantiles.
Se les tachó de comunistas. Hoy Gerardo Fernández Loroña llamó a
los estudiantes universitarios que protestan masivamente contra la
reforma judicial como derechizados. AMLO los calificó como
manipulados. Ni una cosa, ni otra han aclarado los jóvenes que exigen
diálogo.
Esta vez no piden la derogación del delito de disolución social, ni la
desaparición del represivo cuerpo de granaderos. En otras palabras,
ser oídos y democracia. A cambio el cerrado sistema fue sordo y les
recetó represión. Aunque hubo mano extendida por parte de Díaz
Ordaz, los hechos mostraron que se impuso el principio de autoridad
de la mano del Batallón Olimpia y las fuerzas armadas. Hoy se invoca
el derecho ganado en las urnas de la “mayoría” para atropellar.
El cierre de los espacios, como actualmente en que se busca minar a
la oposición, trajo consigo la insurgencia, cuyo atisbo fue el ataque al
Cuartel Madera en Chihuahua por el grupo de Arturo Gámiz, y toda la
secuela de la guerra sucia y el surgimiento de la Brigada Blanca de

Miguel Nazar Haro, con sus vuelos de la muerte, que no descarta el
historiador Lorenzo Meyer, ideólogo de la 4T, pudieran renacer.
Aquellos años la Razón de Estado fue invocada ante la proximidad de
los juegos olímpicos de 1968, celebración en que México anunciaba
su mayoría de edad ante la comunidad de las naciones y su entrada a
la era de la televisión.
Hoy en día los bancos internacionales, gobiernos como EU y Canadá,
los principales medios extranjeros, la ONU, inversionistas de todo
calado, calificadoras, agrupaciones empresariales como el CCE,
estudiantes universitarios, partidos políticos opositores, agrupaciones
de abogados, juristas e intelectuales y hasta los empleados del poder
judicial federal y algunos locales, han llamado respecto de las
consecuencias de una crisis institucional, ya andando y financiera que
la reforma judicial en la Cámara de Diputados provocará si es
aprobada en sus actuales términos, cuyo objetivo es la acumulación
de poder, no de atender las deficiencias en el sistema de justicia.

Herencia crítica
Esta vez la crisis de partidos y del pluralismo de partidos opositores
débiles y testimoniales, sin liderazgos efectivos y en desaparición
como el PRD, que se encamina a convertirse en política, tras la
concedida sobrerrepresentación al oficialismo y su comparsa
equivalente a un golpe de Estado técnico dado a la vista de todos por
el INE y el TRIFE y la reunión de Enrique Alfaro con el presidente
López Obrador en palacio, está por sumársele la crisis financiera
anunciada con alerta por EEUU, Canadá, inversionistas, bancos,
empresarios nacionales, legisladores, universidades, medios
extranjeros y nacionales de aprobarse por la aplanadora la
inconvencional reforma judicial de jueces sin rostro y del fascistoide
Tribunal de Disciplina Judicial, que contiene en su dictamen una
claudicación de las funciones del Poder Legislativo que pasa la
elección de juzgadores al nuevo INE que el Plan C implica y la

extinción de organismos autónomos por la consabida turbulencia en
los mercados e incertidumbre que acarreará, lo que añadido a la
inseguridad y a la tasa de crecimiento en promedio anual de 0.8%, la
más baja desde el gobierno de Miguel de la Madrid, el caldo de cultivo
crítico estará más que preparado.
El calado de la herencia solo podría compararse con la que dejaron
Luis Echeverría a José López Portillo, este a Miguel de la Madrid y
Carlos Salinas a Ernesto Zedillo, acompañados de sendas
devaluaciones de la moneda, desempleo, fuga de capitales y demás.
Los costos de las decisiones tomadas por los presidentes salientes los
pagaron los sucesores.

De la docena a la herencia maldita
En la historia mexicana ha sido la tónica que mientras un presidente
en funciones lleva a cabo una acción de gobierno, su sucesor entrante
la revierte, tal como fueron la expropiación de latifundios del Valle del
Yaqui por Luis Echeverría y devaluó el peso 100%, que López Portillo
atemperó con los agrotitanes o la moratoria al pago de la deuda, que
igual devaluó la moneda y la afectación bancaria al final del mandato
de este y que Miguel de la Madrid frenó.
Solo hasta el 2000 la sucesión fue tersa y sin sobresaltos, como
también lo fue la de 2018, cuando López Obrador recibió un país en
mejores condiciones en que lo dejará a su elegida.
Incluso las nacionalizaciones del petróleo y de la electricidad de
Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos, fueron revertidas a través
del Pacto por México durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, con
la reforma energética, en cuyo punto más álgido, AMLO, su principal
detractor estuvo oportunamente fuera de circulación.
En todo ese recorrido los presidentes han sido acompañados en sus
decisiones con legislaturas a modo y la saliente no ha sido la
excepción. El detalle es que la entrante este 1 de septiembre de

megamayoría oficial tendrá en sus manos aprobar algunas reformas
del Plan C que convertirán a Claudia Sheinbaum en una presidenta
poderosa, pero a su vez podrían heredarle una crisis constitucional
con un poder de la república en paro y una económica sin
precedentes, que aunadas a las ya conocidas en inseguridad, salud y
educación, complicarán su arribo al poder.

Legislaturas memorables: las que abrieron el sistema político
En México la cerrazón del sistema político era parte de su esencia
presidencialista-caudillista. Hoy está de regreso tras 60 años gracias a
la captura del INE y el Tribunal Electoral.
Durante ese tiempo destacan algunas legislaturas, como las de
mayoría calificada priísta que aprobaron la nacionalización bancaria
decidida por José López Portillo y la que luego decidió su privatización
con Carlos Salinas.
Otra legislatura relevante fue la de la reforma política que inauguró el
pluralismo, actualmente en retroceso y aquellas que permitieron la
transición democrática, como la de 1988 en que el PRI perdió la
mayoría calificada en la Cámara de Diputados y al senado arribaron
personajes del Frente Democrático Nacional (PPS, PARM, PMS y
PFCRN) como Porfirio Muñoz Ledo, Cristóbal Arias e Ifigenia
Martínez, quien colocará a Claudia Sheinbaum la banda presidencial
el próximo 1 de octubre; las que aprobaron las reformas electorales de
1993 y 1996; la de 1997 en que perdió la mayoría absoluta, creó el IFE
y reguló la sobrerrepresentación de partidos y coaliciones claramente
y la 2014 que creó las leyes electorales vigentes, que puso fin al
pluralismo y a la facultad de las minorías de interponer la acción de
inconstitucionalidad al no contar con el 33% en San Lázaro como lo
será a partir del 1 de septiembre al avalar el TRIFE la reducción del
20% de diputados de la oposición y una mayoría ficticia que hizo que
el oficialismo pasara del 55% de los votos al 74% en dicha Cámara en
una interpretación sesgada de la fracción III del artículo 54 de la

Constitución cuando ni Morena, PAN, PRI, PRD, PT y PVEM registro
candidatos a diputados federales uninominales en al menos 200
distritos paras tener derecho al reparto de las 200 curules pluris
(fracción I del artículo 54 Constitucional), aspecto ignorado por el
despropósito aprobado por la Sala Superior del TRIFE en fraude a la
Constitución.
Y aunque durante el priato la aprobación de la Reforma Política de
1977 empujada por Jesús Reyes Heroles, abrió espacios a la
oposición en la Cámara de Diputados, inaugurando la era del
pluralismo en México, todavía muy acotado, pero sirvió para
despresurizar la vida política nacional al traer a la legalidad al Partido
Comunista Mexicano, padre del PSUM, abuelo del PMS, bisabuelo del
PRD y tatarabuelo de la actual Morena, ya una izquierda bastante
diluida, como lo reconocía el teórico de la revolución de las
conciencias y cercano al partido Enrique Dussel.

Réquiem para la transición
El domingo 1 de septiembre fue el último día del régimen político que
nació con la transición democrática de los últimos años del siglo XX,
en el periodo de Ernesto Zedillo y que tardó años en gestarse y
asentarse, cuyo punto de partida lo fue la Ley Federal de
Organizaciones Políticas y Procesos Electorales en 1977, la famosa
LOPPE; le siguió la elección de 1988 cuando Cuauhtémoc Cárdenas
del FDN puso al PRI y a Carlos Salinas en estado de shock. La
transición en sí dio sus primeros balbuceos en 1997 con la formación
del IFE (antecedente del INE ciudadano y hoy INE guinda) y una
elección que permitió que tras 70 años de dominio el PRI perdiera la
mayoría en la Cámara de Diputados ese año, asumiera Cárdenas la
jefatura de la CDMX por primera vez electa por el voto popular de los
capitalinos y tres años después, en el 2000, se diera la primera
alternancia en la presidencia de la República por la derecha con el
PAN aliado del PVEM.

En resumen, costó cuatro décadas pasar del totalitarismo priista
absoluto a conseguir organismos electorales autónomos y elecciones
legales y la alternancia en el año 2000 fue un logro importante de la
sociedad civil mexicana, no solo de la oposición partidista.
La reforma de hace 47 años posibilitó el diseño de un régimen
pluripartidista cuando la hegemonía del PRI era total, casi como lo
será la de Morena. Aunque mínimo, el equilibro que trajo consigo la
creación de los diputados plurinominales, fue un primer paso en la
despresurización del caldeado ambiente político existente ante el
cierre de los espacios de participación en los gobiernos de Gustavo
Díaz Ordaz y Luis Echeverría.
De entre los coletazos autoritarios del PRI-Gobierno podemos contar
la elección estatal de Chihuahua en 1986, en la de Guanajuato en
1991 y en las elecciones federales de 1988, todas señaladas como
fraudulentas y viciadas.
Por su parte, fue vital en todo este proceso la creación del Instituto
Federal Electoral en 1990, que consolidó su carácter autónomo a partir
de 1996.
En 1997, luego de variadas reformas para regular la competencia
electoral se logró por primera vez en la historia que se conformara una
mayoría opositora en la LVII Legislatura de la Cámara de Diputados.
De entre todos los avances para consolidar la confianza en las
elecciones se pueden contar la conformación del Registro Nacional de
Electores independiente, la credencial de elector y el padrón con
fotografía, las boletas foliadas e infalsificables, la admisión de
observadores nacionales e internacionales y el Programa de
Resultados Electorales Preliminares (PREP).
En las reformas sucesivas de 2002, 2005 y 2007 se retomaron las
experiencias de los procesos pasados y en esta última se recogieron
las demandas de AMLO, luego de las elecciones de 2006.
Para los años 2013 y 2014, también se dieron sendas reformas
electorales, que abrieron cancha a la elección de 2018, que Paco

Ignacio Taibo II anunció emocionado de más, cuando la alternancia se
dio por la izquierda, al menos nominalmente, esa misma que con su
Plan C que incuba militarismo, oficializar al INE y eliminación de los
plurinominales y los contrapesos institucionales (los fácticos son otra
cosa), busca eliminar todo el reseñado proceso de transición a la
democracia, imperfecta y cada vez más elusiva.

Una legislatura para el olvido
La LXV Legislatura será recordada en la historia parlamentaria del
país como una de las más violatorias en los procesos legislativos de
las tres décadas, debido a los vicios con que fueron aprobadas
diversas leyes como reformas secundarias y constitucionales, en
donde como en aquel famoso “viernes negro” del Senado, la ruta
legislativa establecida normativamente de obvió en aras de sacar
avante las iniciativas remitidas por el inquilino de palacio, el gran
timonel o líder supremo de la 4T, que hacen ver a Lenin y a sus
bolcheviques (a quienes exalta Roque Dalton en su libro UN libro rojo
para Lenin), como simples predicadores de banqueta.
Ese día la bancada liderada por el insigne maestro de la UNAM
Ricardo Monreal, votó dictámenes en comisiones sin ofrecer copia a
los legisladores de oposición, votar mediante firma y no presencial sus
integrantes, falsificó la firma de una legisladora que estaba en Europa
para mandar traer a su suplente y conseguir la mayoría necesaria y
subir de última hora al pleno proyectos sin incluirlos en la gaceta
parlamentaria y que la Suprema Corte (en vías de desaparecer tal
cual) frenó y en donde los ministros en su mayoría aceptaron 17
impugnaciones en 12 reformas sustanciales para el país aprobados en
esa sola y desaseada jornada legislativa.
Se sabe de cinco o seis sesiones de la Cámara de Diputados como de
la de Senadores, en donde prevalecieron las trampas y malabares
para sacar adelante los envíos del mandamás y jefe de Morena.

La última y nos vamos: Es un honor…
Y como si le faltara abonar algo para dar cerrojazo a la segunda
generación de legisladores de la 4T, hubo lágrimas, suspiros, pucheros
contenidos y palabras elocuentes de despedida que habría envidiado
Guillermo Aguirre Fierro para su Brindis del Bohemio y el Por mi
madre bohemios del gran Carlos Monsiváis.
Los “camarradas” de la 4T encabezados por el compañero
parlamentario Noroña, más empoderados que nunca, con una
elocuencia que Belisario Domínguez hubiera echado de menos, se
despidieron con añoranza de su gran y glorioso benefactor a quien
espera obsequiar la Legislatura entrante con la aprobación el
humanista Plan C, pasando por alto suspensiones de amparo, el fin
de la división de poderes, pero ninguno se acordó de las leyes
anticonstitucionales que aprobaron durante sus tres años en el
escaño.